martes, 29 de abril de 2008

Tautologías y otras mierdas II

Me pierdo, luego existo. Ergo, la existencia laberíntica del enfermo. O del cuerdo que se sabe solo.
Estoy muriendo porque alguien ha creado un silencio para mi. O bien, estoy sola porque yo se ha ido. Pero es lo mismo.
El orden de las palabras no altera el producto. Las letras son estáticas, eclécticas. Tienen miedo, se quedan quietas para no romper el silencio.
Un silencio ha de ser muy caro -piensan-, un silencio no debe ser roto. Es más fácil reponer una lamparita. O eso dicen.
¿Qué es una lamparita? ¿No es como un tornillo luminoso?
Vuelta al tornillo, y ahí vamos (ja, qué redundancia), que poco original que soy al final.
Al final. ¿Al final? ¿Al final de qué?
Catedral, estación terminal.

Se mueven entre los renglones cuando las luces están apagadas.
Yo, mientras tanto, me quedo con las plumas atascadas en la garganta.


Nada sobre escritura.

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