domingo, 28 de noviembre de 2010

Machismo go home

Como vengo de una familia mas bien tradicional, clasemediera, vivo en Olivos, mis abuelos son bastante gorilas y demases, me pasa bastante seguido que no sé bien de dónde saqué algunas ideas, modos de pensar, de vivir y paradigmas varios.
Pero de algunas cosas en particular tengo recuerdos muy nítidos acerca de lo que furon los inicios de los cuestionamientos y de los caminos elegidos.
Con el feminismo me pasa eso. Tengo un recuerdo clarísimo de mi infancia, sé exactamente cuál fue el momento en que me di cuenta de que la heteronorma y el patriarcado (aunque en ese momento no pudiera ponerle un nombre a todo eso) regían nuestras vidas desde adentro de nuestros cerebros, incluso. También fue el momento en que caí en la cuenta de que determinadas estructuras son incorporadas a nuestros modos de vida desde tan temprano que es muy difícil sacarlas y vivir de un modo distinto.

Fue en la época en que mi mamá me estaba enseñando a viajar sola en colectivo. Yo debía tener unos siete años e iba a ir sola -por primera vez- a la casa de mi abuela. La consigna era la siguiente: Después de cruzar Puente Saavedra, esperar diez minutos. Pestar atención, donde está el Blockbuster, esa es la calle Juan A. Zurduy, hay que bajarse en la siguiente parada.
Yo me subí el 152 y fui prestando atención a las indicaciones, vi el Blockbuster, miré el cartel de la calle y ahí me di cuenta de todo: la calle era JuanA Azurduy.
Lo primero fue la sorpresa, pero después fue más que nada enojo. ¿Por qué, al escuchar el nombre, había dado por supuesto que la persona que había dado nombre a esa calle, era un varón? ¿Acaso las calles solo tenían nombres de varones? Traté de pensar en las que quedaban cerca de casa: HILARIÓN de la Quintana, MARANO Moreno, HIPÓLITO Bouchard, JOSÉ Ingenieros. De todas las calles que estaban cerca de casa, ninguna tenía nombre de mujer. Eso no me gustó para nada, pero me daba menos culpa haber transgenrizado a Juana a la fuerza: en mi memoria, solo había nombres de varones asociados a calles.

Pensar y resignificar cómo las creencias y las prácticas de un mundo que nos excluye en tanto mujeres fue algo que pasó varios años después, pero ese fue el momento que dejó sembrada la semilla de la duda. No éramos tan iguales, y no bastaba con saber que nenas y nenes no éramos tan iguales -porque las nenas teníamos que ir con incómodos vestidos a los cumpleaños y los nenes podían ir con pantalón, las nenas teníamos que portarnos como "señoritas" y los nenes podían ser "pícaros", las nenas eramos bobas y aburridas y los nenes jugaban al fútbol, las nenas teníamos que jugar a la casita y los nenes podían usar los lego- para librarse de esos estereotipos. Una siempre podía reproducir esos esquemas interpretando sin querer que las calles necesariamente tienen nombre de varón.

Poco tiempo después tuve una segunda revelación en la escuela primaria-privada-laica a la que asistí hasta terminar segundo grado. Nos habían dado una fotocopia con diferentes imágenes de profesiones, teníamos que elegir una y pintarla, basándonos en lo que quisiéramos para nuestro futuro. Las dos únicas imágenes que tenían mujeres como representación, eran la maestra y la mamá (sí, mamá era una profesión). Yo quería elegir el científico, que tenía unos tubos de ensayo en la mano, tantísimo más interesantes que el bebé y la mamadera que cargaba la mamá. Pero no era científicA. Era científicO. Voví a pensar en Juana, me pregunté si Juana había sido maestra, madre, científica. O si había sido científicO. Si había asumido una identidad masculina para poder ponerle nombre a una calle. No lo sabía. Tampoco mi maestra se segundo grado de la escuela-privada-laica sabía quién había sido Juana. Tampoco mi mamá sabía. Pero tenía que ser alguien importante, porque una calle llevaba su nombre. A pesar de que nadie en la escuela estudiara a las mujeres-que-designan-calles.

2 comentarios:

La 15 de Julio dijo...

muy wenaaa! recién veo que la compañera bloguea!!!

media veronica dijo...

:)